¿Qué sucede si juntamos los términos “creación escénica” y “discapacidad”? Esta exposición es una breve reflexión sobre cómo incorporar a las discapacitadas al mundo de la creación. Si el varón blanco europeo ya no nos representa como creador ¿Por qué no ampliamos esa mirada crítica al público que se espera o desea? ¿Dónde están las creadoras discapacitadas? En este último artículo del dossier de residencias, he querido que Elena Prous nos cuente su visión y experiencia en el “sistema” de residencias.
Mirada de Elena Prous
Espacio reservado para silla de ruedas, compre su entrada llamando al…
(Un escenario, un micro. Sube por la rampa y comienza el discurso)
¿Qué sucede si juntamos los términos “creación escénica” y “discapacidad”? Si eres discapacitada y estás tratando de llevar a cabo un proceso artístico, primero, tienes que resolver las discriminaciones que vienen con ser discapacitada y, si hay tiempo y energía, puede que quede espacio para la creación.
La discriminación tiene estas cosas. No es un paraguas mojado que dejar en una esquina hasta el siguiente chaparrón, es una amenaza de riada constante que solo deja tiempo para construir diques sobre la marcha.
Esta exposición es una breve reflexión sobre cómo incorporar a las discapacitadas al mundo de la creación. Es un intento de llamar la atención a los espacios de creación artística y cultural para que tengan los diques construidos o, al menos, preparados y podamos dedicarnos a formar parte, a contar nuestras realidades o inquietudes a través del arte para contribuir a una cultura más diversa.
También es una reflexión y un intento de dejar pasar el fresco por la ventana hacia el colectivo. ¿Qué nos pasa cuando decidimos, no solo participar, sino formar parte?
Empezaré con un relato, a modo de experiencia inmersiva, sobre cómo se genera la culpa o la fama de enfadada con la vida, ya que el síndrome de la impostora, que nos impide creer que tenemos algo que contar, toma un tufo todavía más perverso en nuestro caso.
Las discapacitadas tendemos a cargar con la culpa de las dificultades que supone que participemos en la sociedad y en la creación cultural. Tenemos miedo a pedir la accesibilidad y las adaptaciones que son imprescindibles en un continuado brote de no molestar que no guionizamos, sino que nos vino dado con el certificado de discapacidad.
Por esto, especialmente si has obtenido un proyecto a través de una residencia o convocatoria de un espacio, si no has escuchado a lo lejos, como un susurro, un búscate la vida, en el mejor de los casos, aparecerá un posible conflicto: costamos un extra.
Para tú participación, habrá que invertir en accesibilizar espacios que probablemente ni eran conscientes que no lo eran hasta que te vieron entrar por la puerta, y ajustar presupuestos para apoyos técnicos y humanos que no se conocían o manejaban, como la asistencia personal, intérpretes o personas de apoyo.
En este escenario, es comprensible que la culpa se dispare. Te hace sentir poco sexy llegar a un lugar que deseas que te acoja y forme parte de tu proceso artístico pidiendo y pidiendo recursos que requieren financiación y una gestión añadida. ¿Quién no quiere impresionar en la primera cita?
Cuando parece que has atado fuerte a la culpa y aprendido a expresar el enfado con elegancia, la trama da un nuevo giro y aparece la superación. Piensas que tienes que compensar ese esfuerzo y aprovechar la oportunidad y hacer algo realmente bueno. Algo que, además, contenga de alguna manera todas las emociones y realidades que estás viviendo, precisamente por esas dificultades añadidas. Y es que no olvidemos que estamos en la era de las identidades políticas, cómo no vamos a hablar de nosotras si
nadie sabe casi nada sobre las discapacitadas, más allá de un montón de prejuicios e interpretaciones vacías.
En este momento, ya sabes que presupuestariamente cuestas más que otras, y que tienes que contar algo revelador. Y que, además, hay que hacerlo bien, no sea que no vuelvan a coger a un colectivo de discapacitadas con la que has montado. Recuerdas que es un proceso artístico, que tienes que conectar con la creatividad y estas allí para aprender, pero ya no puedes disipar esa presión que sientes en la nuca.
El bloqueo o un exceso de preocupación ya es un hecho, y va acompañado de la pregunta ¿les habrá merecido la pena? A ti, probablemente, pese a todo, ya te ha merecido la pena, porque llevas toda tu discapacitada vida en esa batalla y lo que deseas es ganar aliadas y aprender lo que has venido a aprender con los sudores fríos que te cueste. La clave es no olvidar que el hecho de conformarte no lo hace más justo. Es hora de sacar el dedo para señalar fuera de ti.
(Pausa para beber. Le pide un vaso de agua a una asistente personal y sigue con la argumentación).
Gracias, continúo. ¿Cómo resolvemos este exceso de tensión que ha tomado la escritura?, ¿podemos generar otra experiencia?, ¿qué necesitamos?
Lo primero, cuidado con creer desde fuera que ahora es un filón incluir discapacitadas en los proyectos como el último hit en minorías. Y cuidado con creer que el camino está listo para un tránsito amable porque, en materia de accesibilidad, falta todo. La apuesta de la inclusión no va de buscar quién falta, sino de entender el valor que aportamos con lo que traemos y el derecho que tenemos de formar parte con unos mínimos resueltos.
©PiruetaPhoto
Tenemos que introducir un relato donde podamos ser artistas templadas, inexpertas, aprendices o ni chicha ni limoná, si me apuras normales, y luego ya se verá. Si no, no hay forma de disfrutar el proceso ni de aprender. Es clave romper con la idea de compensar nuestro sobrecoste, y asumir que la inclusión y la accesibilidad son una responsabilidad social y, en este caso, cultural, hacia nosotras.
La sociedad marca qué puedes hacer y desde qué paradigmas, y salirse de ahí es una distorsión para la mirada ajena, que no es otra que el espejo que nos construye. Si el relato social es que, o triunfas y te superas, o no existes, cómo vas a creerte que puedes ser simplemente una artista con derechos.
Hay que convencerse y convencer de que no costamos más, no somos un sobrecoste. El problema es que nuestras necesidades no están resueltas y las de otros cuerpos sí. Cuerpos que han dominado la escena por muchos motivos que tienen que ver con el poder no con la casualidad, de modo que hay inversiones económicas con las que se cuenta y otras con las que no. Nadie piensa que gastar en iluminar un teatro es un sobrecoste, todo el mundo espera focos en un escenario. Pues lo mismo debería pasar si presupuestas intérpretes: esperas público, y las personas sordas son parte de ese público.
A parte de reflexionar para sacudirnos culpas como discapacitadas y, me gustaría que esta argumentación ayudara, a quien quiere apostar por la discapacidad, a generar espacios para la creación más amables y menos agotadores para nosotras. Así, compartiré las soluciones que la experiencia ha ido generando para oxigenar este texto y también inspirar a quienes pueden implantar soluciones para desatascar las dificultades que nos encontramos.
(llama a su asistente que pasa la hoja y recoloca el micro. Hablan susurrándose al oído)
Me resulta tremendamente reiterativo y casi violento comenzar diciendo que los espacios de creación deben ser accesibles. Hay leyes, expertas en accesibilidad, técnicas y no sé cuantas figuras con las que consultar unos mínimos que permitan el acceso a instalaciones, escenarios y baños. Los espacios de creación deben reservar un presupuesto anual para invertir en lo que sea necesario si aparece una persona con unas necesidades que no estaban cubiertas.
También tienen la posibilidad de tomar una decisión política clave. En vez de apretar a la discapacitada para que se adapte, hay que mirar hacia arriba, al siguiente organismo con poder, y exigirle que cumpla en materia de accesibilidad. Dirigirse al de arriba requiere valor y es la primera acción política que demuestra que se quiere dejar de señalar al sujeto al que deseas incluir.
Las intenciones son muchas veces buenas, pero las políticas cambian despacio. Por eso, es fundamental contemplar partidas presupuestarias en las convocatorias y residencias para poder cubrir necesidades que no conocemos, pero existen. Tanto los posibles apoyos técnicos como los apoyos humanos necesitan de presupuesto, no hay más romanticismo en esta cuestión. Desde esta cobertura pueden empezar a preguntar: ¿qué necesitáis para participar?
Para cerrar, animo a dinamitar nuestras estructuras mentales preconcebidas, trasladar todos los mecanismos de lo creativo a la inclusión. Si se puede soñar en el escenario, se puede soñar en toda la sala. Creemos piezas donde seamos centrales y no reproduzcamos estereotipos. Parece una obviedad, pero no deja de suceder. Creemos nosotras. Creemos pensando en que las discapacitadas también somos público deseoso de experiencias, que quiere consumir cultura y ser parte. ¿Para quién se piensan los espectáculos rompedores, feministas y subversivos? ¿Por qué, en esa configuración de salas y tiempos de escena, solo cabe esa persona capaz? Si el varón blanco europeo ya no nos representa como creador ¿Por qué no ampliamos esa mirada crítica al público que se espera o desea? ¿Dónde están las creadoras discapacitadas? Algo no termina de moverse.
Es indispensable aprender a preguntar y a asumir que no saben mucho de nosotras para darnos la palabra y permitirnos experimentar. Es posible que vengamos de recorridos formativos inaccesibles, que no contaron con nosotras en su planificación. Es posible que dediquemos mucho tiempo de la vida diaria en cubrir necesidades básicas y el espacio para la creatividad sea pequeño. Como decía al principio, la discriminación no es solo la teoría de un libro, se ha hecho cuerpo en nosotras, la encarnamos. Y es desde ese punto de partida, desde donde llegamos a la creación escénica con toda la potencia y carencias que supone. Es un lugar tremendamente poderoso para el que necesitamos recursos, espacio y confianza, solo eso, que no es poco.
(Aplausos. Abandona el escenario. La asistente personal recoge los papeles y le ofrece agua de nuevo. Ella niega con la cabeza)
A Caravana de centáurides, gracias por tanto amor y sufrimiento compartido.
Biografía de Elena Prous
Trabaja en torno a la diversidad funcional desde diferentes metodologías. Poniendo el cuerpo con la performance con piezas como “Aguanta tú que puedes” que formó parte de la Biennal ONCE 2022 y también desde la escritura en revistas como; La Madeja y Pikaramagazine, el Diario.es y El Salto.
Residente en el CRA de Matadero Madrid en 2023/24 con el proyecto Sintomatologías: Aprendizajes espásticos; un proyecto de investigación sobre enfermedad, diagnóstico y diversidad funcional/discapacidad y formó parte de Caravana de centaurides colectivo de residencia artística con Moving Identities y Nau Ivanow programa que gira en torno a las artes escénicas y la diversidad en 2024. En la actualidad estudia una formación en creación y producción escénica en El palomar de Jana Pacheco. Escribe en el blog: Laincontenida.com.
Artículo en colaboración con la Revista Red Escénica