Nau Ivanow. Espai de residències d’arts escèniques

Periferia Cimarronas. Un espacio para creer, un espacio para soñar, un espacio para unirnos a todas.

En este cuarto artículo, hemos querido conocer la experiencia del colectivo Periferia Cimarronas. Un colectivo que hace unos años tomo la decisión (política) de abrir un espacio de residencias y programación en Barcelona. Un espacio con el foco en personas racializadas, migradas y queers, colectivos que se encuentran con la falta de accesibilidad a los circuitos existentes, y que desde Periferias cimarronas quieren responder a este desafío ofreciendo un espacio donde no solo se puede crear y probar, sino también recibir una remuneración justa por el trabajo realizado.

Periferia Cimarronas. Un espacio para creer, un espacio para soñar, un espacio para unirnos a todas.
Mirada de Silvia Albert Sopale

Antes de comenzar a leer, te invito a hacer un ejercicio de memoria: recuerda los últimos 10 espectáculos de teatro que has visto. Mejor aún, intenta recordar los que has visto en 2024, espero que hayan sido muchos. ¿Más o menos recuerdas cuántas mujeres formaban parte de las creaciones? Sí, la paridad en las artes escénicas va en aumento, pero… ¿cuántas de esas personas que formaban parte de la creación eran mujeres racializadas? De ese número, ¿podrías decir cuántas eran mujeres afroespañolas? Ahora piensa en las salas de teatro de tu localidad. ¿Cuántas hay? ¿En cuántas de ellas has visto que se programe a artistas o creadoras racializadas? ¿Cuántas veces al año sucede esto? ¿Una, por el Día contra la Eliminación del Racismo?

Si piensas que “hay pocas artistas racializadas” como justificación para su escasa presencia en las salas de teatro, estoy de acuerdo a medias, pero exploremos esa afirmación. En España, hay menos de 10 dramaturgas racializadas (contando, para entendernos, como dramaturga en este caso solo a las personas que tienen obra publicada y estrenada). El número aumenta si hablamos de directoras, y crece considerablemente si incluimos a las actrices. Posiblemente se triplique si contamos a los hombres. ¿Estamos hablando de unas doscientas personas?

Según el Instituto Nacional de Estadística, un 11,4% de la población son migrantes, 5,4 millones. Las personas como yo no estamos contabilizadas en ese 11,4%. Debido a que en España no existe un censo étnico-racial, no podemos saber cuántas personas racializadas residen aquí. Pero me permitiré tomar como referencia una estimación del Alto Consejo de las Comunidades Negras en España, que calculó en unos dos millones la presencia de personas afrodescendientes en el territorio español. ¿No os parece alarmante que entre dos millones haya menos de 10 dramaturgas? ¿Por qué hay una representación tan escasa de personas racializadas sobre los escenarios?

Uno de mis profesores en la escuela de interpretación en Murcia decía: “El escenario tendría que ser una cuerda tan fina que ningún necio debería atreverse a subirse a él”. Muchos años me pregunté:

¿qué quería decir con eso? ¿Quiénes eran esos necios? Durante muchos años pensé que si las personas racializadas no estaban sobre el escenario era porque eran necias. De hecho, yo era una necia si pensaba en subirme al escenario. Pensar en hacer teatro pasa de ser un juego, una extraescolar, a convertirse en un sueño para muchos jóvenes blancos; para las racializadas no es una posibilidad.

La falta de oportunidades y el peso de la perfección están profundamente enraizados en la experiencia de las personas negras dentro del ámbito artístico. En muchas ocasiones, tenemos que enfrentar la difícil realidad de que, al tener una sola oportunidad para mostrar nuestro trabajo, debemos ser perfectas. No podemos fallar. En lugar de ser vistas como artistas en constante evolución, somos percibidas como representantes de toda la comunidad, dígase, negra, gitana, asiática…, una carga abrumadora que pone en peligro nuestra salud mental y carrera profesional si no cumplimos con las expectativas de la industria.

A la presión hemos de sumar la inseguridad. No podemos arriesgarnos a experimentar o probar nuevas ideas, ya que cualquier error podría cerrar la puerta que con tanta dificultad estamos consiguiendo abrir. Tampoco podemos aportar a las artes escénicas nuestro imaginario, ya que corremos el riesgo de adelantarnos a la mentalidad de la mayoría de la crítica blanca, y que nuestras piezas artísticas no sean entendidas por las personalidades del teatro y, por lo tanto, no programadas, aunque estas piezas puedan generar una gran movilización interna en el público. Y porque siempre sobrevolará sobre nosotras la sombra de la sospecha: ¿Será que nuestras propuestas no estan aportando al panorama cultural o será que no se entienden por cuestione racistas?

Los creadores blancos no son tachados de “no pertenecer” al mundo del arte por cometer errores, ni se les niega el acceso a las oportunidades si sus primeras propuestas no son perfectas. Sus piezas, gusten más o menos, son juzgadas por personas que forman parte de su cosmovisión. Ellos tienen la posibilidad de investigar, probar y crear sin la carga de representar a la blanquitud, lo que les aumenta la ventaja para desarrollarse profesionalmente.

periferia cimarraonas

Al principio de este artículo utilicé la palabra afroespañola, que aún hoy se escucha muy poco y algunas personas no saben qué es. Pero si digo afroamericana, ya sabemos a qué nos referimos. En este artículo no puedo extenderme en profundidad sobre las raíces de la historia del pueblo negro en territorio español, por lo que dejaré algunos nombres resonando: Juan de Pareja, Santa Clara de Chiquiaba, Céspedes.

Si has tenido que detener la lectura y buscar alguno de estos nombres, uno de los motivos podría ser la falta de dramaturgas y creadoras afrodescendientes en las artes escénicas, artistas que puedan narrar sus vidas en primera persona.

Es aquí donde surge la necesidad de crear Periferia Cimarronas. No es solo un teatro para mostrar trabajos artísticos de personas racializadas, migradas, queers, sino que también se convierte en un espacio de experimentación y creación, donde el miedo al fracaso y a la mediocridad son bienvenidos pero no protagonistas. Donde se aplaude el hecho de pisar el escenario con verdad.

Donde intentamos sanar heridas atávicas. Entendemos el error y lo abrazamos como una parte natural del proceso creativo. Abordamos los procesos de residencias y creación desde una perspectiva holística.

Un aspecto crucial para todas las artistas es la precarización del sector. Para las artistas racializadas, esta precarización suele ser mayor, ya que, en su mayoría, provienen de familias migradas y, a pesar de algunas excepciones, la sostenibilidad de las familias recae sobre el trabajo, lo que no suele dotar de situaciones muy holgadas económicamente a las mismas. A las personas racializadas les cuesta tener acceso a la formación en artes escénicas por cuestiones de lengua, disponibilidad o recursos, factores que afectan en menor medida a personas blancas. Este factor contribuye a la elitización de las artes escénicas, donde la falta de financiación se convierte en una barrera aún mayor.

Muchas personas racializadas se ven obligadas a elegir entre dedicarse a la creación artística o asegurar su sustento económico. El trabajo artístico es a menudo una pasión, pero también una lucha constante por llegar a fin de mes. Esto les limita en sus posibilidades de dedicarse plenamente a sus proyectos, ya que la prioridad recae en llevar dinero a casa. La falta de recursos y la necesidad de cubrir las necesidades básicas crea una disparidad aún mayor en el acceso a las oportunidades dentro del sector artístico.

Periferia Cimarronas queremos responder a este desafío ofreciendo un espacio donde no solo se puede crear y probar, sino también recibir una remuneración justa por el trabajo realizado. Esta remuneración no solo valida el trabajo artístico, sino que también incentiva a imaginar las artes escénicas como un posible campo profesional para ellas.

No percibimos el arte solo como un ejercicio estético, sino también como una labor que merece ser remunerada. Las personas racializadas hemos tenido que luchar históricamente para que nuestro trabajo sea reconocido como legítimo (de ahí el concepto de tener un negro que escriba por otra persona), y Periferia Cimarronas intenta ofrecer un espacio que reivindica no solo la creación artística, sino también el valor del trabajo.

Al recibir una remuneración por el trabajo, se les está reconociendo como profesionales, no como personas que deben demostrar constantemente su valía. Esto tiene un efecto transformador tanto en los artistas como en el público, que comienza a vernos como agentes activos dentro del mundo cultural.

Las Cimarronas consideramos esencial tener la oportunidad de ser protagonistas de nuestras propias historias. Las narrativas deben ser definidas por quienes las vivimos, no por quienes se encuentran fuera de las comunidades. Históricamente, hemos sido contadas y representadas por otras, restándonos capacidad de agencia. El cambio hacia una mayor autonomía en la creación artística y la representación cultural es fundamental para que no solo ocupemos un lugar en las artes escénicas, sino que también podamos definir el tipo de arte que deseamos crear y compartir con el mundo. Para que los derechos culturales sean también una posibilidad para nosotras.

En un artículo titulado Denzel Washington nunca podría haber existido en España, Moha Gerehou reflexiona muy acertadamente, haciéndose eco de la denuncia de la actriz Yolanda Sey en la entrega de premios Gaudí, sobre cómo el racismo estructural ha limitado la posibilidad de que personas negras alcancen posiciones de éxito y visibilidad en el ámbito cultural y mediático en España. Gerehou señala que, mientras en Estados Unidos figuras como Denzel Washington han logrado consolidarse como referentes, en España las estructuras racistas han impedido la emergencia de referentes similares.

Periferia Cimarronas intenta generar posibilidades desde una perspectiva afrofeminista. En un mundo cultural donde las mujeres, especialmente las mujeres negras, gitanas, asiáticas…, han sido históricamente relegadas a las últimas filas, al silencio, este espacio se propone generar la estructura para que, además de Denzel Washington, puedan existir en España muchas Violas Davis, Whoopis Goldbergs, Octavias Spencers, Lavernes Coxs. Para que España pueda ser páis para artistas negras.

Silvia Albert Sopale

Actriz y dramaturga afroespañola. Graduada en la ESAD de Murcia. Licenciada en Técnica Meisner con Javier Galito-Cava. Postrado de Artes expresivas dirigido por Consuelo Trujillo. Complemento su formación con diversos seminarios y talleres de interpretación y con talleres de dramaturgia en el obrador de la Beckett. Creadora de NO ES PAÍS PARA NEGRAS, BLACKFACE Y OTRAS VERGÜENZAS, PARAD DE PARARME, LÖTÒ – UN RITUAL DE EMCANCIPACIO COORPORAL.  Fundadora de Periferia Cimarronas , Hibiscus Asociacion de Afroespañolas y afrodescendiente, Tinta negra y miembro de t.i.c.t.a.c (Taller de intervenciones críticas transfeministas antirracistas combativas.

Silvia Albert Sopale

Artículo en colaboración con la Revista Red Escénica